La visión es dejar no un patrimonio, sino un matrimonio, una familia, un legado que permanezca.
Dentro del plan del enemigo para destruir el plan de Dios, la familia está puesta en el punto de mira como primer objetivo, y dentro de la familia el enemigo de nuestras almas sabe muy bien que ha de comenzar por el hombre, es decir por la cabeza. Ya desde Génesis 3 y en el marco de la tentación, el papel del hombre queda desvirtuado al ceder a la pasividad y no advertir a la mujer de que no comiese del fruto prohibido. El fruto era bueno, agradable, codiciable, apelando a los sentimientos y al placer hedonista, los mismos ídolos que hoy imperan en la cultura ultramoderna.
A lo largo de todo el Antiguo Testamento el ataque al papel del hombre como cabeza del hogar y en sus roles de esposo y padre, es estratégico y fríamente calculado en la mente del enemigo, y son muchos los hombres que fallaron en su rol de esposos o padres y sufrieron las consecuencias.
El psicólogo Sergio Synai desarrolla la pérdida de las tres características que definen la esencia de un hombre dentro de la familia (proveedor, protector, procreador). Es bien cierto que la pérdida de la hegemonía en la aportación de la economía familiar, la pérdida en el rol de protector/cuidador, junto con la pérdida en el rol de progenitor, ha desorientado y despojado al hombre de algunos referentes importantes. Es decir, la mujer ya no está sujeta a la hegemonía económica del varón1, las exigencias del feminismo radical le hacen creer que en su independencia ya no necesita la protección del varón, y en el tema de la procreación ni siquiera el hombre se hace necesario, el banco de esperma y la inseminación artificial lo suplen. Todo eso mina y menoscaba la identidad y la autoridad del varón, pero en realidad esas tres características atribuidas al taburete de la masculinidad se quedan francamente cortas para dar la medida de lo que es un hombre. Un hombre es mucho más.
La palabra “provisión” es la que merece un análisis más profundo. La esencia de la auténtica masculinidad tiene que ver con “visión y provisión”. El hombre que provee, es el hombre que sustenta, que mantiene el equilibrio familiar en aspectos que van mucho más allá que la economía, el alimento y el resguardo. Por generaciones y desde la Revolución Industrial en la cultura occidental, el hombre se ha preocupado de suplir para la economía familiar, y con ello se creía liberado de otras responsabilidades domésticas como la educación de sus hijos, o el tiempo relacional con su esposa. Creía que ya cumplía con su papel de proveedor. Pero la provisión “solo” para las necesidades físicas y funcionales de la familia es en realidad el deber más fácil y superficial del proveedor y su auténtico significado va mucho, mucho más allá de esos aspectos necesarios pero no vitales. Ser hombre es una empresa bastante más ambiciosa.
En demasiados lugares vemos hombres pasivos, hombres cansados, hombres desorientados y conformados. ¿Cuál es el motor de un hombre? ¿Qué activa la energía en su corazón?: La visión de su papel de “proveedor”. La semilla de liderazgo capacita a todo hombre con la visión global de algo que trasciende su realidad inmediata y sus circunstancias particulares: su liderazgo tiene que consistir en ser guía, ejemplo, en cubrir necesidades emocionales y espirituales, en mirar al frente con esperanza sabiendo anticipar cambios y retos de futuro. En dejar no un patrimonio, sino un matrimonio, una familia, un legado que permanezca. Esa tiene que ser la visión de todo hombre. Cuando el rey David estaba próximo a su muerte, traspasó a su hijo Salomón, el futuro rey sucesor, la declaración de misión, que hacemos extensiva a todos los varones:
“Yo voy camino al lugar donde todos partirán algún día. Ten valor y sé hombre. Cumple los requisitos del Señor tu Dios y sigue todos sus caminos. Obedece los decretos, los mandamientos, las ordenanzas, y las leyes…, para que tengas éxito en todo lo que hagas y dondequiera que vayas”2.
Claro, somos conscientes de que el ideal choca con una realidad dura y difícil. Por un lado puede ser que la relación con nuestra pareja no nos haya colocado en la mejor posición para un liderazgo exitoso, al fin y al cabo nuestra esposa tiene mucho que ver en que consigamos ser hombres con un liderazgo efectivo. Por otro lado la crisis económica y de valores en nuestra aldea global, dificulta en la “masa” el mantener el espíritu de lucha y conquista frente a un modelo social pesimista, egoísta y alienado. Pareciera que el honor, el trabajo duro, la constancia y la disciplina han quedado relegadas al campo del deporte3, mientras que la ética del trabajo y las relaciones en los negocios están marcadas por el fraude, la mentira, la especulación, el soborno, la erótica del poder, y en definitiva el amor al dinero, “raíz de todos los males”4.
La cultura permisiva y relativista donde todo vale y no hay verdades absolutas, choca con el concepto de ideales y visión que queremos transmitir. Un ideal es una verdad absoluta por la que vivir, y aun por la que morir, es la energía que proviene de tener un objetivo que perseguir, una meta que alcanzar5. Cuando era pequeño me gustaba mirar unos dibujos animados de un burro muy obstinado. Cuando el hombre se subía en el animal, este se negaba a caminar aún por más golpes que recibía. Su dueño entonces ideaba un plan para conseguir poner en marcha al “burro” de su burro. Ataba una zanahoria en el final de una larga caña y subiéndose al animal la colocaba al frente del mismo. El burro cuando veía frente a él la jugosa zanahoria empezaba no solo a caminar sino a trotar en pos de semejante golosina. Y es que cuando hay un ideal que perseguir, surge la energía y la motivación de forma natural. Cuando no hay verdades absolutas, no hay ideales que perseguir, y sin ideales no hay energía, no hay motor, todo pierde fuerza y propósito. Es la filosofía del ateo, vivamos el presente y su realidad inmediata , muy bien descrita en 1ª Cor.15:32: “Comamos y bebamos porque mañana moriremos”,o en el refranero popular: “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”.
Sin embargo nada de esto es excusa para no marcar la diferencia, para no ser sal y luz, pues “el que algo quiere, algo le cuesta”. Cuando analizamos el texto bíblico en busca de hombres con visión de conquista, reconocemos que el porcentaje puede parecer desalentador, pues, por ejemplo, de los doce exploradores que Moisés envió a reconocer la tierra prometida, solo dos tuvieron esa visión de conquista, el 90% restante renunciaron a la “leche y la miel” ante las dificultades y peligros que entrañaba la empresa. En realidad y en el fondo preferían la falsa seguridad de Egipto, a los retos de la tierra prometida.
Pero si queremos ser hombres de integridad y honor, tenemos que ser idealistas y visionarios, podemos romper ese porcentaje, eso sí, con trabajo y mucho esfuerzo, con visión y provisión, recordando siempre que la diferencia entre un soñador y un visionario, es que el visionario lleva a cabo sus sueños.
Notas
1#Lo cual es un logro
2#IR.2:2 NTV
3#Que también empieza a ser contaminado por los muchos casos de dopaje
4#ITim.6:10
5#Fil.3:14, He.11:26
■ Fuente: Protestante Digital