La violencia en la familia y sus tipos

La verdad es que nunca creíamos que iba a ser necesario abordar este tema, pero por desgracia sucede y tenemos que saber hacerle frente. Los números cantan, las estadísticas hablan, y la violencia en el seno de la familia es una triste evidencia de un modelo social que hace agua por todas partes. Ahora estamos recogiendo los frutos amargos y podridos de una siembra donde no se plantaron los conceptos troncales de la educación (valores, normas, afectividad, disciplina). Vivimos en una sociedad donde hemos “roto la baraja” en todos estos aspectos de la convivencia común. La apertura hacia los derechos del “individuo” ha restado valor y autoridad a la figura paterna y materna y a una sana jerarquización en las estructuras de autoridad, como consecuencia, el hogar y la familia es la primera víctima de una sociedad más preocupada en los derechos personales que en las responsabilidades y obligaciones familiares y de integración social.

¿QUE ENTENDEMOS POR VIOLENCIA FAMILIAR?

Según el Consejo de Europa la violencia familiar es definida como “Toda acción u omisión cometida en el seno de la familia por uno de sus miembros, que menoscaba la vida o la integridad física o psicológica, o incluso la libertad de uno de sus integrantes, que causa un serio daño al desarrollo de su personalidad”. Así entendida, la violencia siempre es una forma de ejercicio del poder mediante el empleo de la fuerza (ya sea física, psicológica, económica, etc.) e implica la existencia de un agresor y de una víctima”.

UNA APROXIMACIÓN AL VALOR SOCIAL DE LA FAMILIA

Nos toca abordar este espinoso tema de la violencia familiar y lo que queremos hacer es en primer lugar conocer y comprender las causas que facilitaron el que este problema sea una realidad cada vez más presente en muchas familias. El valor social de la familia es innegable, no podemos disociar familia de sociedad. El matrimonio y la familia es una institución creada por Dios, por lo tanto es una institución de carácter creacional y no cultural, sus principios trascienden culturas y edades y son normativos para todos los tiempos. La familia es y ha sido siempre la célula básica de cualquier civilización, y es el primer sistema social donde los niños reciben los precursores de lo que después será su carácter y personalidad. La familia les otorga sentido de pertenencia, identidad y arraigo, y les provee el primer marco sociabilizador donde los niños deben aprender a convivir con las reglas de juego establecidas (¡Si las hay!). Pero por desgracia esto es lo que debería ser “la familia correcta”, pues en un porcentaje cada vez más alarmante las familias disfuncionales o desestructuradas se convierten en núcleos generadores de violencia. Si bien es cierto que la violencia dentro del núcleo familiar (violencia hacia la mujer, maltrato de los padres hacia sus hijos, incluso maltrato de los hijos a sus padres), no constituye un problema moderno, pues siempre ha existido al menos en estado latente, también es cierto que en los últimos años el problema se ha desbocado hasta tal punto que trasciende ya el ámbito de lo privado para existir como un problema social de primer orden que daña la salud emocional de la población y el tejido social. Y es que como dice Javier Urra “en primer término, la familia ha dejado de ser un reducto privado infranqueable, sujeto a las decisiones internas y a la autoridad de quien la gobierna. Las políticas estatales mundiales tienden a la protección integral de la familia y de los miembros que la componen, la autoridad del “Padre de familia” ha declinado, se ha modificado la posición de la mujer en la sociedad y el niño es considerado sujeto de derechos”. Cierto es que la neutralidad de los poderes públicos desaparece, y así ha de ser, ante hechos que ponen en peligro la integridad de las personas en el ámbito familiar, pero ha sido tal el celo de las administraciones que en muchos casos lo que se ha hecho es “darle la vuelta a la tortilla” y hacer que primen los derechos del niño en detrimento de los derechos paternos.

TIPOS DE VIOLENCIA EN EL ÁMBITO FAMILIAR

Una vez definido el concepto de violencia familiar y su abordaje social, nos interesa ahora centrarnos en la violencia ejercida sobre los niños, o incluso en la ejercida por estos sobre sus padres. Es decir, aunque en la familia todo se interrelaciona como un sistema vivo que es , nos conviene centrarnos en el apartado que aborda la violencia desde el subsistema paterno-filial, de los padres hacia los hijos, aunque daremos alguna pincelada sobre la violencia de hijos a padres. Vamos a pedir a los padres que hagan un esfuerzo por ser lo más objetivos posibles a la hora de evaluar los tipos de violencia que ahora presentamos, pues esta (la violencia) no solo se limita a los actos más espectaculares o agresivos (golpes, gritos, insultos) propios de padres con alguna patología específica, sino que también aborda determinados comportamientos, más sutiles y menos agresivos pero que también debemos considerar como “violencia” (descalificaciones, comparaciones, omisiones). Principalmente vamos a clasificar los distintos tipos de violencia en el ámbito familiar, en dos categorías generales con sus respectivos subpuntos[1]

1.- Violencia física

a. Demostraciones de fuerza. Hablamos aquí de los ataques en contra de la propiedad lo cual incluye muebles o utensilios del hogar u otras cosas valoradas por la víctima, golpes a las paredes, maltrato o incluso la muerte de animales favoritos, de mascotas. Se trata de hacer violencia contra el entorno íntimo del menor o el progenitor (si incluimos en víctimas tanto a niños como padres) Si bien es cierto que este tipo de violencia es mas privativa de la pareja, también nos sorprendería comprobar como hay padres que la ejercen contra sus hijos y debe ser considerada como una forma de crueldad que casi siempre suele ser antesala de la agresión directa al menor. Pero también debemos mencionar, como potenciales casos de violencia si no se atajan a tiempo, el caso de aquellos niños que dan patadas o tiran objetos como forma de protesta o desafío. En estos casos se trataría de una rebeldía consentida que evidencia una clara dejación de autoridad por parte de los padres, y que si estos no lo corrigen puede ir a mayores. 

¿Qué genera?
Dado que los niños aprenden por modelaje y tienden a reproducir lo que viven y ven en sus hogares, todas las consecuencias que genera en el menor cualquiera de los tipos de violencia que trataremos van a provocar rechazo, resentimiento, miedo, inseguridad…etc. En cualquier caso intentaremos aislar alguna consecuencia específica de cada tipo de violencia. En el caso de padres que destruyen objetos o aun matan las mascotas de sus hijos al tratarse de un acto violento premeditado y pensado para destruir aquello que más valora el niño, este lo recibe como una agresión muy personal que puede generar un germen de odio profundo hacia sus padres y darle al niño una pauta errónea de comportamiento a seguir.


b. Lesiones físicas. Es una de las formas más denigrantes de maltrato y puede incluir desde lesiones físicas graves (fracturas, hemorragias, lesiones internas, etc.) hasta lesiones físicas “menores” (no requieren atención médica y no ponen en peligro la integridad física del menor (pero evidentemente sí la integridad psíquica como veremos más adelante) Este tipo de maltrato incluye empujones, bofetadas, golpes, o patadas y suele darse en padres (mayormente el hombre) con alguna problemática específica (familia origen disfuncional, alcoholismo, drogadicción…)

¿Qué genera? Niños temerosos y asustados que recibirán el mensaje de que la violencia es una forma más de tratar a los hijos, y uno de los lenguajes en las relaciones humanas, pudiendo en un futuro repetir ellos mismo ese patrón heredado sobre sus propios hijos o ejercerlo asimismo sobre su pareja[2]


c. Agresiones sexuales Aunque nos parezca algo aberrante y antinatural, las violaciones en el seno de las familias son cada vez más frecuentes mayormente por dos factores principales: por un lado suele darse en parejas desestructuradas, en muchos casos con hijastros con los que no hay un vínculo emotivo-parental que bloquee el deseo sexual (aunque en un grado de perversión mayor también se da con hijos naturales). Y por otro lado la perversión social y la comercialización del sexo al que se priva del soporte de lo emocional y afectivo convirtiéndolo en un instinto a satisfacer a cualquier precio, fallando así los “amortiguadores morales” que deberían ayudar a contener esos instintos salvajes.

¿Qué genera? Estamos sin duda ante el tipo de violencia más destructiva para un niño. La sexualidad al ser la parte más intima y profunda de la personalidad, ligada a la identidad y a la propia estima y valía, se convierte en un aspecto muy sensible, vulnerable y susceptible de recibir profundas heridas emocionales. De hecho aunque el menor no sea plenamente consciente de lo que implica una agresión sexual, su intimidad acaba de ser marcada para toda la vida con una herida emocional que surgirá con fuerza en la adultez y que en la mayoría de los casos necesitará ser tratada por profesionales. Generará sentimientos de culpa, baja autoestima, odio y disfunción sexual. 


2.- Violencia psicológica

Aquí toca ampliar el concepto de violencia para no limitarlo solo al clásico concepto de “agresión física” dando cabida a otros matices donde se agrede la parte profunda de la personalidad del niño, sus emociones y sentimientos, es el ataque al ser interior de la persona, a su dignidad. Puede ocurrir que te veas reflejado/a en algunas de estas conductas, si es así, no te sientas culpable, a lo peor nadie te habló de esto claramente, pero sí debes sentirte responsable para mejorar el trato hacia tus hijos. Las cicatrices emocionales que en ocasiones deja este tipo de violencia pueden ser tan profundas que anulen la personalidad de quien la sufra y marquen su vida para siempre. Los castigos y maltratos que pueden ser considerados como violencia psicológica incluyen las siguientes conductas:


a.- Descalificación verbal Este tipo de violencia psicológica se produce cuando los padres no refuerzan la autoestima de sus hijos insultándolos o avergonzándolos incluso públicamente, creyendo erróneamente que al “jalearlos o increparlos” espolean su deseo de mejorar y activan su amor propio, sin entender que en la naciente personalidad de un niño el refuerzo positivo es una base indispensable previa a cualquier otro refuerzo. Estos padres dañan a sus hijos con mensajes verbales tipo “no sirves para nada” “eres un vago” o en comparaciones tipo “tu hermano estudia mucho más que tú” o “fulanito es más responsable que tu”, o lo que es peor con insultos claramente vejatorios o soeces de los que no vamos a poner ejemplos.

¿Qué genera? Los niños que sufren este tipo de maltrato se sienten profundamente humillados y con sentimientos de inferioridad. Lo cual puede generar por un lado en adultos hiperexigentes que siempre tienen que estar demostrando su valía, o por otro lado adultos con baja autoestima. En ambos casos estas posiciones opuestas se vinculan en el hecho de que ninguno se sentirá capaz de hacer nada bien y continuamente necesitarán la aprobación de los demás.


b.- Rechazo o ignorancia. Esto implica que los padres rechazan las expresiones de afecto y afirmaciones naturales del niño, es decir sus gestos y conductas de aproximación cariñosa, desaprobando sus iniciativas o ignorándolas, no tomando en serio sus opiniones, descalificando sus intervenciones, y anulando por tanto su personalidad al no incluirlo completamente en el círculo familiar. Lo que podríamos denominar como “el síndrome de Cenicienta”. 

¿Qué genera? Este tipo de violencia genera, aparte de las comunes consecuencias de inseguridad y baja autoestima, niños introspectivos, pasivos y poco comunicativos a los que se ha enseñado a pasar inadvertidos y a que nadie tenga en cuenta sus opiniones.


c.- Miedo e intimidación. Se trataría no solo de padres que amenazan a sus hijos con severos castigos como un medio de coacción (internamientos en colegios muy estrictos, reclusión prolongada en el hogar, etc.) sino también de aquellos padres aparentemente no tan crueles que intimidan a sus hijos con encerrarlos en el “cuarto oscuro”, o decirles que si no se portan bien se los llevará “el hombre del saco”, o la “bruja” o “el coco”… también estos conceptos aparentemente más suaves pueden ser considerados como de “violencia psicológica” (cuando los utilizamos como un medio continuado de coacción) creando en los niños un universo paralelo de fantasías y figuras negativas que a la postre pueden generar niños temerosos e inseguros, con miedo a la oscuridad y a la soledad.

¿Qué genera? Lo acabamos de mencionar: niños inseguros que viven con angustia a quedarse solos y con un temor a la “mitología del miedo” produciendo fantasmas emocionales que después tendrán que aprender a negar y superar.


d.- Omisión de responsabilidades básicas. Esto ocurre cuando se priva voluntariamente al niño de los cuidados básicos y de las necesidades primarias. Es decir, aún teniendo los medios, se posterga o descuida la atención de la salud, educaciónalimentación, protección e higiene del menor. Esto ocurre con padres con problemáticas específicas de alcoholismo, drogadicción, u otras de carácter educacional y psicológico. 

¿Qué genera? El mensaje que recibe el menor es que sus padres no están interesados en él ni le quieren, su vida es casi una incomodidad para ellos. Este tipo de violencia genera niños que no se aceptan a si mismos ni creen tener valor para nadie.


Acabamos de ver, reunidos en dos grandes grupos generales (violencia física y violencia psicológica) las distintas variantes que puede tomar la violencia intrafamiliar. Las familias donde se dan cualquiera de los casos mencionados pertenecen a cualquier estrato social, raza o religión abarcando todas las clases sociales sin distinción. Cualquier persona que sufre los abusos mencionados con anterioridad es víctima de violencia intrafamiliar, y cualquier padre que se identifique con alguno de los tipos de violencia mencionados, debe revisar la conducta hacia sus hijos. En otro momento abordaremos las causas internas de la violencia y las pautas bíblicas para una buena salud familiar.

Autor: Juan Varela

MÁS INFORMACIÓN – VEA Y/O DESCARGUE en pdf la Guía pastoral protestante sobre violencia de género.



[1]Aquí los vamos a clasificar a nivel pedagógico pero en muchos casos se entremezclan sin poderlos definir claramente

[2]No quiere esto decir que TODOS los niños que sufran este tipo de violencia vayan ellos mismos a desarrollarla en un futuro, pero sí enfatizar que tendrán muchas papeletas para hacerlo. No olvidemos, como dato a tener en cuenta, que la inmensa mayoría de asesinos “en serie” tuvieron una infancia traumática en alguno de los tipos de violencia mencionados